Playstation, el cinquillo moderno

Antes las tardes se mataban jugando al cinquillo, esperando que fuese la hora de salir de parranda. Ahora se matan jugando a la Playstation, los tiempos cambian. Pero el ritual es básicamente el mismo, reunirse en casa de alguien, ir a la tienda de la esquina a por cervezas, acomodarse como lapas, y pasar la tarde.

Como en toda buena reunión cinquillera, el objetivo principal consiste en cotillear a diestro y siniestro. Es de lo más habitual escuchar aseveraciones bien fundadas, del estilo de «He oído que a fulanito le han dicho que alguien escuchó decir que a menganito le gusta menganita», mientras se devoran patatas fritas con una mano, aprovechando un corner.

Da lo mismo que sea la Playstation o el cinquillo, el caso es que hay que tener algo en que pensar mientras se habla.

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Llega el frío

Ayer me crucé con un abrigo que andaba, lo cual indica que se acerca el invierno. Se acabó, por este año, el sentarse en terracitas a ver pasar a la fauna local, ahora habrá que verla dentro de las jaulas.

Este año pienso repetir la experiencia del anterior, que fue muy buena. Dentro de un par de semanas, cuando la caída de las hojas esté en su apogeo, cogeré el coche y me acercaré a alguno de los grandes bosques alemanes para darme el gran atracón fotográfico. El espectáculo visual es grandioso, los árboles a medio vestir, los suelos cubiertos de hojas de mil colores, y paisajes con cientos de tonos diferentes. Cada tipo de árbol muestra un color distinto, y los contrastes son muy vivos, desde un rojo ardiente, hasta verde pálido, casi blanco.

Algunas malas lenguas dicen que todo esto es una excusa para calzarme un codillo en alguna taberna alemana.

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Paella al estilo Zaventem

Preparar una paella de marisco en Bruselas tiene su aquel, se pueden encontrar casi todos los ingredientes, pero hay uno que no hemos podido localizar. Se trata de la fundamental morralla. Después de recorrer toda la ciudad y docenas de pescaderías (vale, solo fuimos a dos, pero así queda más dramático), no hubo forma de encontrar restos de pescado variado del día, lo que se conoce como morralla, de modo que tuvimos que comprar pescado normal y corriente y preparar el caldo con él. El resultado es el mismo, pero la morralla es muchísimo más barata.

Al final las paellas, porque hicimos dos, así de magnánimos nos sentimos, no salieron mal del todo, y fueron engullidas a dos carrillos por los ávidos comensales. Como todo buen cocinero sabe, el secreto de una buena paella es hacer esperar a los invitados. Al final tienen tanta hambre que se comerían hasta perdigones con azafrán.

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Los miercoles de Chatelain

Resulta que los miercoles hay un mercado en la Place de Chatelain, y resulta que depues del mercado los bares de la zona se ponen a tope, y resulta que yo vivo a 10 minutos a pie de alli. Lo adivinaron, estuve el otro dia.

Lo mejor de lo mejor se reune alli para lucir palmito, modelitos ultimo grito, cuerpos serranos bien cuidados, y cerveza, mucha cerveza, algo asi como Flagey, pero con mas glamour. (Notese con que delicadeza he dicho que se reune el pijerio a cocerse).

Pese a lo superfantasticos que son algunos de los parroquianos, no esta mal darse una vuelta por alli, como desconexion de mitad de semana. Lo que me pregunto es si tambien se reune tanta gente en invierno.

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El desierto bruselense

Como cualquier gran ciudad europea, Bruselas se vacía durante las vacaciones de verano. Calles sin tráfico, sitio para aparcar donde quieras, bares en donde el camarero te atiende al momento… la ciudad paraíso. Nunca he entendido porque en verano la gente se amontona en campos de concentración: Benidorms, Torreviejas y similares.

Y esto me lleva a preguntarme a donde van los bruselenses en verano. Aquí no tienen marinas d’Or donde hacer colas en un super para comprar congelados un 200% por encima del mercado, ni mangas del mar menor donde pasar horas y horas en los atascos. ¿Como se divertirán?

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Festival de Gante

¿Recuerdan al replicante de Blade Runner? El que dijo «Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser»…

Pues yo he oído a 5000 personas cantando a Manolo Escobar en holandés.  Ni replicantes, ni leches, esto supera a todas las películas de ciencia ficción juntas. Y luego cantaron otra pieza maestra cuyo estribillo era ¨Dos serbesas por favor» (léase con acento gutural flamenco).

Mi duda legal es si los gastos de tratamiento psiquiátrico que tendré que seguir durante años los va a pagar el estado belga o el español.

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¿Persianas?

Cinco de la mañana, empieza a salir el sol. Y entre las cortinas un rayo de luz se proyecta directamente en mi careto. No me resulta llamativo que no haya persianas, yo vengo de vivir en Holanda, y allí tampoco se usan, pero me sigue tocando las narices igualmente.

Vale que les guste aprovechar la poca luz solar que tienen en invierno, pero en pleno julio me parece que hay de sobra y que no está mal bloquearla un poquito. Eso si, ahora comprendo porque los gallos cantan al amanecer: cuando me da el sol en la cara, me dan unas ganas de cacarear que no vean.

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Calles de doble sentido

La mayoría de calles de Bruselas son de doble sentido, para mi ha sido chocante, y más en una ciudad grande. Incluso calles estrechas por las que apenas caben 2 coches justitos, con obstáculos a los lados.

Lo mejor es la forma de enfocar el asunto que tienen los belgas. Tu circulas por una calle estrecha, y en medio hay un coche en doble fila. Por el otro extremo de la calle ves que se acerca otro coche. Mirada de Clint Eastwood, y ambos aceleráis al máximo, ya que quien llega primero al obstáculo tiene ¨derecho¨a pasar antes, y el otro se espera.

Tanto subidón de adrenalina me está afectando, ya saben que es adictiva. Solo duermo 2 horas diarias, retorciendo la almohada y deseando salir a la calle para batirme en duelo otra vez.

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Pulpo, calor y fútbol

Pues si, aunque el pulpo Paul lo sabía desde hace unos días, nosotros no lo tuvimos claro hasta cinco minutos antes del final. Lo más notable fue la gente en las calles, la animación fue esperable, pero el número, sorprendente. Jamás hubiese pensado que había tanto español, hipanófilo y hierbas de la misma familia en Bruselas.

Aunque sólo contáramos los realmente españoles, había literalmente miles en las calles. Habrá que ponerse manos a la obra y conocerles a todos.

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Bruselas tropical

Al centro de Europa se va con chubasquero, y algo de abrigo por las noches. ¿No os lo ha dicho cientos de veces vuestra abuela? Pues eso, en tiempos de la abuela, porque ahora con el cambio climático hay que venir en tanga y sandalias romanas.

37 grados vieron en el termómetro estos ojillos que se han de comer el mundo. Seguro que Santiago Auserón no pensaba en Bruselas cuando compuso la canción, pero esta semana El Cairo, Estambul y Bruselas tenían la misma temperatura.

Lo único bueno: que las chicas iban bajo mínimos textiles. No alivia el calor, todo lo contrario, pero refresca la vista.

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Aperos, costumbrismo bruselense

Al segundo día de llegar a Bruselas, recibí una invitación para acudir al «Apero» de los viernes. Como no conocía el término, inmediatamente inicié comunicación telepática con mi maestro Jedi para recabar información al respecto (vale, lo miré en google). Según pude averiguar se trataba de una especie de concentración lúdica para tomar unas cervezas, derivada de una antigua tradición. Como nunca me niego a ningún tipo de celebración étnica, y mucho menos si incluye cerveza, me planté en el lugar de la cita sin pensármelo dos veces.

Los primeros cincuenta y dos codazos dolieron un poco, pero luego ya se me insensibilizaron las costillas y dejé de sentir nada. Los ciento noventa decibelios de la instalación musical también ayudaron a anestesiarme, y un par de cervezas remataron la faena y entré en extasis transtemporal.

Un botellón, vamos. Ni tradición bruselense ni gaitas.

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Morrotel, mejor operador de internet del año

Una vez más el operador de internet Morrotel me ofrece sus excelentes servicios y ahora mismo dispongo de una conexion Wifi de tipo DC (de cohone), por un módico precio. El precio a pagar es que la cobertura Wifi no llega a toda la casa (si es que no debería de haber elegido tan descomunal mansión, lo sé), tan solo a los aledaños del ventanal del salón. Ante tal problema técnico,tenía dos opciones.

Opción 1: Instalar una antena de recepción Wifi en la terraza, amplificar la señal y distribuirla por toda la jeta en mi apartamento. Ya venden unos cacharritos amplificadores de señal, que lo hacen solitos, solo hay que enchufarlos en una zona con buena recepción y ya vale. Pero hacerlo así no tiene el mérito y el honor que la ocasión merece, de modo que he pensado en colocar junto al ventanal un portátil viejo que tengo, configurarlo en modo de punto de acceso y repetir la señal. Solo necesito el portátil, un cable USB de 1 metro para el receptor Wifi externo, y una horilla de trabajo para configurarlo todo.

Opción 2: arrastro el sofá un metro hacia la izquierda, y a navegar cervecita en mano.

Los que me conoceis sabeis que elegí la opción…

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Ya tengo guarida

Finalmente, los vecinos del barrio de Ixelles tendrán el exclusivo placer de verme llegar a casa los sábados por la noche, con mi legendario tambaleo lateral. He memorizado bien como se vuelve al apartamento, porque cuando me mudé a Amsterdam, la primera noche tardé 2 horas en encontrar mi casa.

El apartamento no está mal. Tiene su terracita para tomarse una cerveza al fresco, su salón para tomarse una cerveza en el sofa, su cocina para tomarse una cerveza mientras cocinas, su baño para tomarse una cerveza en la bañera, su cama para…. dormir. No beban nunca cerveza en la cama. No es que sea inmoral, es que te pones perdido.

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Mansiones y palacios bruselenses

Menudos agujeros inmundos me están intentando vender los sinvergüenzas de las inmobiliarias. Ya se sabe que te intentan colocar lo que les interesa a ellos, no lo que te interesa a ti, pero se les ve demasiado el plumero. Con un par de ellos ya me he cabreado y les he enviado a «prendre le vent».

De momento el mejor que he visto es un pedazo de piso enorme, con plaza de parking, conserje medio sordo y bar justo al lado, todo cuanto un golfo vocacional puede desear. Estoy en tratos con el dueño, que es un señor muy formal y tradicional. Me ha pedido referencias, así que les pediré una carta de recomendación a los chicos de la penitenciaría, y otra a los de mi club de fumadores de cannabis.

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Buscando madriguera

Ahora ando buscando un agujero donde esconderme por las noches. Siguiendo el consejo de los sabios del lugar, he restringido mi rastreo al barrio de Ixelles, y por allí ando, de calle en calle, apuntando números de teléfono y manteniendo memorables conversaciones con algún que otro conserje.

La mayoría de agentes inmobiliarios con los que he tratado son el tipo de gente de la que te olvidas a los cinco minutos de salir de la oficina, pero hay una agente en una inmobiliaria de la Avenue de Louise que es digna de ser recordada. Es una chica tunecina, que solo por los ojazos negros que se gasta ya merecería mención especial. Pero lo sobresaliente del caso no son esos ojazos que parecen lunas negras (que poético me ha salido), sino por la inusual habilidad de la moza para conducir por las calles de Ixelles.

Los demás conductores, o bien ya la conocen directamente, o habían oído hablar de ella, pero el caso es que  se apartaban a su paso, incluso vi expresiones de pavor en un par de ocasiones. La chica es una suicida, una kamikaze con carita de ángel.

Lo bueno del caso es que me he ganado el respeto de los tipos duros del barrio. Me vieron pasear por la zona en el coche de «ella», sin llorar, ni gritar de pánico.

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Primera semana, primera anecdota.

Bueno, por fin ya estoy aquí. La primera semana ha sido indolora, aparte de que vivir en un hotel siempre me toca las narices, todo lo demás ha ido como una seda. He abierto una cuenta en un banco, y obtenido tarjetas de crédito y débito, en menos de 5 días. Debe de ser el record belga de velocidad burocrática.

En la parte anecdótica, solo comentar que fui a una óptica a comprar lentillas desechables (sin lentillas los fines de semana piropeo a los empleados de la recogida de basuras pensando que son chicas). Creyendo que mi francés era excelente, me acerqué al mostrador y pedí una caja de 30, pero confundí las palabras ¨gafas (lunettes)¨y ¨lentillas (lentilles)¨. Total, que pedí 30 gafas.

La dependienta me dijo, con toda la sorna del mundo, que fuese eligiendo, mientras señalaba con la mano a las estanterías llenas de gafas.  Como era un sabado por la mañana, y no andaba yo mu fino, corregí el error linguístico y salí de la tienda con mis 30 lentillas. Luego me arrepentí de no haber seguido con la coña, porque la zagala no estaba nada mal. El mes que viene volveré a por otras 30 gafas, pero esta vez estaré preparado para un poco de pitorreo.

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